Acerca de

Este lugar es una isla.


Unos pajés tupinambás celebran una ceremonia en las cálidas orillas del Atlántico sur, más precisamente en la bahía de Guanabara, meciéndose en la tranquilidad de las olas. Durante el siglo XVI, este pedazo de tierra fue muy codiciado por conquistadores franceses, quienes pretendieron instalarse en él a toda costa. De esta experiencia surgieron libros como las Singularitéz de la France antarctique del cosmógrafo del rey, André Thévet, o la Histoire d’un voyage fait en terre du Brésil de Jean de Léry. Estos hechos también inspiraron a Michel de Montaigne quien, en sus ensayos, les dedicó una reflexión que lleva por título “De los caníbales”, y por supuesto a Théodor de Bry y su Navigatio in Brasiliae Americae. Detrás, se encuentra un antiguo mapa celeste, el globo de la izquierda es el hemisferio norte y el de la derecha, el hemisferio sur.


La página se divide en cuatro secciones. La primera, libros antiguos, raros y curiosos, está dedicada a reseñas de textos en su mayoría olvidados o que, aún hoy en día, causan asombro. Se trata, generalmente, de presentar documentos libres de derechos y accesibles para el lector, sin embargo, no siempre es posible. En ese caso, se transcribirán fragmentos significativos para que el público pueda hacerse una idea clara acerca del texto y sus particularidades. La segunda sección, teoría y estética, se enfoca en posturas creativas de autores de distintas épocas. Los artículos abordan un tema en específico y sus implicaciones dentro de las producciones literarias o visuales. La tercera sección, bautizada como ephemera, es el fruto de una investigación en curso. Este es un espacio particular dentro del proyecto del Caníbal inconsecuente pues es producto de un trabajo de archivo que pretende analizar hojas volantes de todo tipo –diarios, almanaques, folletos– y de ahí su nombre. Los documentos se presentan como transcripciones (cuya ortografía ha sido modernizada) comentadas brevemente para no entorpecer su lectura. Finalmente, la última sección es una miscelánea. En ella se encontrarán desde ensayos de política hasta una pequeña serie dedicada a la farmacopea canábica que, progresivamente, se independizará.


La línea estética que sigue El Caníbal se inspira directamente de De Bry, el fantástico grabadista que plasmó como ningún otro el Nuevo Mundo durante el auge de las exploraciones europeas y que ilustró textos señeros como la Brevísima relación de la destrucción de la Indias. Estas obras, lejos de representar una realidad documental, dejan entrever un universo irreal, alucinado y ambiguo. La estilización de los cuerpos de los habitantes americanos los deforma e insiste en su carácter salvaje, marcando los músculos y los rasgos faciales. Muchas veces, De Bry los retrata desnudos en escenas donde impera la violencia, banquetes antropofágicos o castigos ejemplares. En un sobrecogedor cuadro llamado Peuple cannibale nu (Amérindiens), él imagina un festín de mujeres caribes, una tribu que, se creía, practicaba el canibalismo. Desnudas y acompañadas de sus hijos, ellas se sirven la cabeza y las tripas de un hombre con voracidad e, incluso, hacen gestos obscenos. Sin embargo, De Bry tampoco puede ocultar su profunda fascinación por este desconocido e inquietante universo americano.